Ayer, 08 de noviembre, dimos inicio al mes dedicado a María, Madre de Jesús y nuestra.

Año a año el colegio celebra a la virgen no solo por la tradición de la iglesia, sino que también en respuesta a nuestro fundador, San Pedro Poveda, quien en una oportunidad dijo: “Preferiría ver desaparecer mi Obra a ver disminuido el amor a María”. Esto porque la Institución Teresiana le fue inspirada por Dios en el santuario mariano de Covadonga, en España. En ese lugar, mirando y orando a la Virgen descubrió que la educación basada en los valores del evangelio, era la respuesta a las necesidades de su momento e historia, por ser un poderoso medio de transformación social.

Este año, al estar viviendo este mes en pandemia, no queremos dejar de tener muy presente a Nuestra Madre, y es así como por ciclos lo iremos celebrando, tanto virtual, como presencialmente.

Desde ya los invitamos y agradecemos  el que  cuando les corresponda, acompañen  a sus hijos e hijas en un breve momento de oración,  como también, si les es posible, los invitamos a preparar algún lugar destacado de su hogar, con alguna fotografía o imagen de la Virgen, que les  recuerde que están en un mes que puede ser distinto a los ya vividos, teniendo como una más  en su vida familiar, a quien supo estar en todo momento  acompañando no sólo a su Hijo, sino también a los primeros discípulos y en la actualidad a todos nosotros, en cada gesto de amor y cuidado mutuo que nos ofrecemos, cuando  dejamos que al igual que María, Dios actúe a través de nosotros.

Que este mes de María sea una oportunidad de reencontrarse, conversando de lo que es ser familia, agradeciendo lo que tienen, y pidiendo seguir siendo generosos para compartir con los que pasan más necesidad. 

Les ofrecemos la consagración a la Virgen, que rezaba San Pedro Poveda, para que puedan rezarla en familia, pidiendo por aquello que más necesiten, sin olvidar pedir por todos los que somos parte del colegio y también por el mundo entero.

Virgen María, Madre mía,

Tú que eres mi reina, mi dueña, mi Madre y todas mis cosas.

Ilumíname, protégeme y nunca dejes que me olvide de ti,

para que tu recuerdo sea mi luz, mi fortaleza y mi consuelo.

Virgen María, me pongo enteramente en tus manos,

y de ahora en adelante, tuyos son mis ojos, mis oídos,

mi voz, mi corazón y todo mi ser.

   Cuídame, Madre mía, como cosa tuya mientras viva en esta tierra,

    y llévame después contigo para estar con Cristo,

                                  para siempre.                               

Amén.

                                                                       (Poveda, 1910)     Virgen de Covadonga